anamnese
Ekis (X)
texto

PARTE I: AL CALOR DE LA CICLOGENESIS

El día de la ciclogénesis, hubo cambio de planes y no fue por el viento, sino por el fuego. Un incendió llegó al barrio desde Artxanda. Nosotros preparándonos para ir al cumple de Rosita, sin saber si ir en furgo, porque igual era peligroso por el viento o si ir en bus, porque tampoco estábamos muy seguros de si habrían cancelado el transporte público. Suena el teléfono y Nere muy nerviosa dice:”¿qué estáis haciendo en casa? pero no os habéis enterado de lo que pasa? Hay un cordón policial que no nos deja pasar. Está cortado todo Enekuri…”.

El monte San Pablo se calcinó y las llamas se quedaron a diez metros de la casa de unos vecinos. Ese día fue una mezcla de angustia, y subidón de adrenalina, que nos tenía corriendo de arriba a abajo y que acabó cuando nos calmamos con unos buenos tragos. Yo con las medias agujereadas, desistí de la idea del cumple de mi amiga.


PARTE II: PASEANDO ENTRE CENIZAS

Paseo desolador pisando tierra calcinada. Mis pasos levantan polvo. Todo lo que antes había en el monte ahora está reducido a ceniza. Me fijo en el dibujo monocromático negro que se ha generado sobre el territorio. Parece que alguien cogió un carboncillo y pintó el monte. Las líneas están bien definidas, puedo leer el trayecto del incendio. Hasta aquí llegaron las llamas, aquello es verde, lo demás negro. No hay vida, solo conchas calcinadas y arbustos reducidos a unas bases bastante estéticas. Fotografio por aquí y por allá, pero no es suficiente, siento que podría hacer algo más.

PARTE III: UN ACTO FISICO EXCEPCIONAL

Un gesto, una acción simple que sirva de sanación con lo desagradable de aquella situación. Un reincorporarnos con nuestra cotidianeidad, pero teniendo en cuenta lo que pasó. Intervenir en este territorio que ha visto cambiar su paisaje de una forma tan drástica. Y ¿cómo?: generando otro paisaje. ¿Qué se puede hacer con esta tierra desértica? Pienso que necesita vida. Pese a su aspecto, la ceniza es una materia fértil. Se me ocurre ayudar a esta tierra, añadiéndole semillas. Pero no cualquier semilla y no de cualquier forma. Si esto que estoy maquinando, funciona como un símbolo de lo que pasó, un residuo del acontecimiento, la forma será también un símbolo: una X. Una equis sirve para señalar: normalmente ponemos una equis en el mapa, para dar importancia a ese punto, para situarnos sobre el territorio. Una equis también es una tachadura, un gesto que quiere señalar algo que no es correcto. Y las semillas que componen este signo, son flores de colores. Una alteración del actual monocromatismo cincento, como acto simbólico de ofrenda para el monte y como regalo para esos vecinos, que lo pasaron mal por un rato.
Bien la obra está pensada, ahora hay que actuar. La realización conlleva varias fases: - delimitar el perímetro de la equis. Señalarlo con piedras, (tiene que ser lo suficientemente grande para verse de lejos)
- dibujar el área de la equis, mediante estacas de madera y cuerda (desplazamiento físico arriba-abajo-arriba).
- preparar el terreno para la siembra (pasar la azada, arrancando las raíces de los matorrales calcinados y de seguido arar con el rastrillo para airear una capa de tierra lo suficientemente profunda para que las semillas puedan germinar)
- Echar las semillas con el cuidado necesario de ir pisando el terreno para que no se vuelen con el viento.
- Recoger helechos secos y depositarlos sobre las semillas como protección contra viento o lluvia excesiva.
- Regar la equis y esperar que germine.

Una equis de 12 x 12 metros, que al estar cubierta de helechos secos, tiene una tonalidad ocre y es capaz de verse desde la A-8. Un gesto que cuando florezca en unas semanas será olido por sus por paseantes y observado desde otras poblaciones.

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